EL ORIGEN DE HALLOWEEN Y LA NOCHE DE DIFUNTOS EN ESPAÑA.

ENTRE LO PAGANO Y LO SAGRADO

Cada 31 de octubre, las calles se llenan de calabazas talladas, disfraces y risas que esconden una historia milenaria. Lo que hoy conocemos como Halloween tiene un origen mucho más profundo que las fiestas de terror: nace de una antigua tradición celta llamada Samhain, celebrada hace más de dos mil años en Irlanda, Escocia y parte del norte de Francia.

Samhain: el fin del verano y la puerta al más allá

Para los celtas, el Samhain marcaba el final de la cosecha y el inicio del “año oscuro”, cuando las noches se alargaban y el frío se hacía dueño del paisaje. Era, por tanto, un momento de transición, un cambio de ciclo. Creían que esa noche el límite entre el mundo de los vivos y el de los espíritus desaparecía, permitiendo a las almas vagar por la tierra.

Para protegerse de los malos espíritus, encendían hogueras y se disfrazaban con pieles de animales, intentando confundirse con las sombras. También dejaban comida fuera de sus casas como ofrenda a los ancestros.

De lo pagano a lo cristiano

Con el paso del tiempo y la expansión del cristianismo, la Iglesia absorbió esta festividad pagana, transformándola en la Víspera de Todos los Santos (All Hallows’ Eve en inglés), que con los siglos derivó en “Halloween”. El 1 de noviembre pasó a ser el Día de Todos los Santos, y el 2, el Día de los Difuntos. Así, el culto a los espíritus se transformó en una conmemoración más solemne y espiritual.

En España, la Noche de Difuntos

En nuestro país, las tradiciones tomaron un rumbo distinto, más introspectivo y menos festivo. Desde hace siglos, el 1 y 2 de noviembre son días dedicados a recordar a los seres queridos que ya no están. Se visitan los cementerios, se decoran las tumbas con flores y se encienden velas para iluminar el camino de las almas.

Literariamente, esta noche también inspiró a grandes autores. El ejemplo más conocido es “Don Juan Tenorio” de José Zorrilla, una obra que tradicionalmente se representa cada Noche de Difuntos y que combina amor, redención y apariciones del más allá.

Y, por supuesto, no faltan los dulces: los huesos de santo o los buñuelos de viento. Pequeñas delicias que simbolizan la unión entre la vida y la memoria.

Tradición y modernidad: cuando Halloween y la Noche de Difuntos conviven

Hoy, ambas celebraciones conviven en armonía. Halloween, con su estética divertida y globalizada, se ha ganado un hueco entre los más jóvenes; mientras que la Noche de Difuntos mantiene viva la esencia del respeto y el recuerdo. España ha sabido mezclar lo mejor de ambos mundos: la celebración alegre de la vida y el homenaje sereno a los que partieron.

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Porque las tradiciones, igual que las buenas historias, merecen compartirse y recordarse.